20 de enero de 2018

Los Chichos se despiden de Madrid con un concierto efectivo


La imagen puede contener: una o varias personas, personas en el escenario, noche y concierto

FERNANDO J. LUMBRERAS.

Los Chichos fueron innovadores en muchas cosas en la música de este país: fueron los primeros en hacer comerciales canciones dedicadas a los amores con prostitutas, en ensalzar esa España de marginación desde la lírica... Por ser pioneros, fueron hasta los primeros que le cantaron en este país abiertamente al maltrato en un contexto social en que se callaba la mayor parte de las veces porque los hogares españoles de entonces eran como Las Vegas (todo lo que sucede en casa, se queda en casa).

El absoluto talento de Jeros al frente de este trío de gitanos rumberos les encumbró a lo más alto y les convirtió en referentes muy importantes para artistas posteriores que, sin seguir sus pasos, se asoman tímidamente a esa influencia tan nuestra y de difícil exportación al exterior. Quizás porque los tiempos eran otros y los conceptos musicales también diferían.

Ayer era la despedida de los escenarios madrileños. Ellos dicen que van a seguir trabajando pero que van a levantar un poco el pie del acelerador y van a tomarse las cosas con más calma, pero queda el resquicio de saber si se trataba de una mentira piadosa para hacer más importante la presencia del respetable en el Teatro Circo Price de la capital de España, que no se llenó, pero que tuvo una más que aceptable entrada.

Casi dos horas de concierto bastaron para ver que la sombra de Jeros era la esencia misma de los Chichos, que sin su arrolladora presencia y sus benditas canciones, tal vez la proyección de estos artistas habría sido distinta y me chocó bastante que el desaparecido compositor vallisoletano ni siquiera fuese mencionado en un concierto que sabía a despedida. Hubiera sido deseable que un grupo con más de una veintena de discos editados (incluyendo recopilatorios) hubiese hecho un repaso mucho más antológico que el realizado, en vez de dedicar casi treinta minutos a presentar a la banda y a dejar (muy merecidamente) que cada uno de los integrantes tuviera ocasión de hacer un solo instrumental. Hubiera sido más deseable mucha menos conversación entre canciones, porque el respetable no hizo demasiado caso a lo que decían —vinieron a escucharles cantar— y pedían una canción tras otra. Hubiera sido deseable un sonido algo más cuidado, que hubiera permitido escuchar a los más veteranos del grupo repasar esas décadas de gloria y esas historias entre las canciones.

Desde la primera canción, el público se entregó con gritos, con aplausos. Hubo quien hasta se atrevió a encender un cigarrillo sin que el humo fuese un impedimento para disimular ante la atenta mirada de los vigilantes de seguridad, que convirtieron aquello antes de entrar en todo un fortín: nada más y nada menos que tres controles de seguridad para asistir a un concierto, qué excesivo celo, en mi opinión.

Con todo y con eso Los Chichos destilaron buen humor, sus canciones de siempre y llenaron anoche aquel barrio de rumba que a mí, desde luego, no me sonó a despedida, ni más ni menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario